martes, febrero 01, 2011

El huevo o la gallina

Llueve en el Líbano, llueve en Oriente Medio. Después de muchos meses sin escribir una línea en esta bitácora, la actualidad marca la agenda y me lleva a retomar mi abandonada costumbre.

¿Qué pasa en Oriente Medio? ¿Qué pasa en el mundo árabe? No cabe duda que algo se está moviendo de forma imparable y con ello se pone fin a una forma de gobernar, La herencia perversa de los movimientos panarabistas de los años sesenta, un falso socialismo teñido de nacionalismo árabe. Los últimos dinosaurios, encerrados en sus corruptas torres de marfil que se han construido con el falso miedo a la siempre temida marea islámica. Torres de marfil que se aguantan gracias al apoyo de occidente, siempre tan pudoroso con sus intereses y tan poco creíble en su actitud de garante de la democracia ¿Cuántas veces se han tergiversado resultados de elecciones por miedo al islamismo radical? Y por lo tanto ¿cuánto habrán beneficiado estas manipulaciones a estos grupos? Seguramente Hamas no sería la fuerza que es hoy sin la corrupción del gobierno de Fatah ni el “pucherazo” de las elecciones. Tampoco lo serian los ilegalizados y perseguidos Hermanos musulmanes en Egipto. Estos grupos se han erigido, sin buscarlo, en catalizadores del descontento social hacía estos regímenes, la pregunta es ¿Cuántos de sus seguidores son verdaderamente islamistas radicales o simplemente gente harta de la corruptela en la cual viven inmersos? ¿Cuántos de los que se manifestaban en el tardo franquismo bajo la pancarta del Partido Comunista eran comunistas?

Está claro que en Egipto había y hay un sustrato importante de descontento capitalizado en parte por los Hermanos Musulmanes, pero no es lo mismo la revuelta en la ciudad del Cairo que la situación que viene dándose en el sur rural del país, desde dónde no nos llega información fiable hace muchos años. Tampoco es lo mismo la necesidad de cambio en Túnez, una sociedad culta, cosmopolita y formada que lo que pueda suceder en Libia o Siria, incluso en Arabia Saudí. Pero algo sí que es cierto, la nueva sociedad de la información, de Internet ha generado un efecto mariposa entre países y sociedades dispares pero vecinas y conectadas entre sí por una religión común, o mejor aún, por un pasado común. Sociedades que se miran de reojo.

A finales de los setenta las revueltas izquierdistas contra la satrapía del Sha de Persia en Irán, derivaron en un régimen islámico, que era una fórmula equidistante de los dos bloques de aquel entonces, EEUU y la URSS, pero ahora nadie sabe ni se atreve a vaticinar si esta transversal corriente social ansiosa de cambio puede llevarse por delante el carcomido régimen de los ayatolás. De momento hay indicios interesantes que apuntan hacía cierto optimismo, las revueltas tienen lugar en los núcleos urbanos, entre jóvenes concienciados a los cuales la nueva era de la información les ha dado alas y conocimiento. Damasco nunca estuvo tan cerca de Estocolmo.

Está claro que la gente está harta de gobiernos corruptos, longevos y en muchos casos hereditarios, y esto no tiene nada que ver con el islamismo. Quizá ya va siendo hora qué Occidente apueste de una vez por la democracia real en Oriente Medio y deje de sostener a estos gobiernos que han hecho del miedo al islamismo en Occidente su única razón de existir. Es quizá la última oportunidad.

lunes, septiembre 13, 2010

El tambor de hojalata

La carretera remonta una abrupta colina que se levanta sobre la planicie de la costa sur del Líbano. Son las primeras estribaciones de las montañas que separan a la costa del valle de la Bekaa. La pendiente es muy pronunciada pero el asfalto de la carretera es nuevo. Pasamos algunas aldeas adosadas a la ladera montañosa, son pequeños núcleos de población que la estrecha carretera atraviesa. Vemos alguna tienda y algún bar dónde la gente para su coche sin preocuparse de la viabilidad de paso para los demás vehículos, esto dificulta la circulación dado que hay dos sentidos, obligándonos a parar continuamente para dejar pasar a algún coche en sentido contrario.

También vemos muchos niños que juegan o simplemente pasean por la carretera con un sinfín de armas de fuego de juguete: Kalashnikov, recortadas, pistolas, revólveres… parece que aquí no existe otro tipo de pasatiempo. La carretera prosigue su ascensión hasta lo alto de la colina, disfrutando unas vistas excepcionales de toda la costa, de las altas montañas del Antilbano, de los Altos del Golán e Israel, la Palestina ocupada. Allí, en la cima, se encuentra ubicada Mleeta, el Museo de la resistencia, el parque temático que Hizhbolla acaba de inaugurar con los deshechos de la guerra de 2006. Se ha construido en el antiguo refugio de la milicia, un nido de águilas escarpado e inaccesible.

Dejamos los coches en un parking y nos dirigimos a la entrada principal. Todo huele a nuevo y a gran inversión económica por parte del partido de Dios. Nada que envidiar a algunos complejos lúdicos similares en Occidente, solo que aquí no hay ni Patos Donalds ni Mikies, hay tanques y armas incautadas al ejército israelí, colocadas en un inmenso recinto para uso y disfrute de la población aledaña. Todo al servicio del aparato propagandístico del partido chií. La tranquilidad y la nitidez de un cielo azul de septiembre no hacen más que incrementar la surrealista sensación que produce el lugar.

Una rampa de acceso lleva a una gran plaza donde se encuentra el monumento conmemorativo que tiene por nombre The Abyss : una pasarela en espiral nos conduce desde la superficie hasta un foso en el cual se encuentran diversos restos de armamento israelí, formando una grotesca sinfonía de desperdicios militares, en el centro de la misma una lápida con la estrella de David y un mensaje en hebreo que parece estar dispuesto para ser visto desde el aire, es decir, para ser leído por los aviones espía del país vecino. Justo al lado de este apocalíptico memorial se encuentra un edificio que recoge más equipamiento del ejército invasor además de unos paneles informativos que marcan unas coordenadas precisas de puntos neurálgicos de Israel a los cuales la milicia Chií puede golpear en caso de ataque al Líbano. Farol o no, impresiona.

La atracción más interesante es la que se conoce como The Pathway, se trata de un recorrido entre un bosque mediterráneo que sigue la línea de trincheras y los Bunkers que utilizó Hizhbolla en la guerra de 2006, permite ver una serie de galerías acondicionadas para poder imaginar como era la vida de los milicianos durante el conflicto. También hay ametralladoras de grueso calibre, misiles antiaéreos y morteros, camuflados en medio de la espesura junto a maniquíes vestidos de guerrilleros. Los visitantes, familias enteras en su mayoría, parecen disfrutar del surrealista escenario como si de un picnic dominical se tratase. El final del camino termina en un mirador suspendido en la cara sur de la colina, la más escarpada, y desde la cual se ve el país vecino.

Volvemos a Beirut descendiendo la carretera y vemos de nuevo a los niños jugar con las armas de juguete. Empezamos a entender por qué no parece haber otro tipo de diversión para ellos ni para sus padres.

martes, agosto 31, 2010

El corazón de las tinieblas

Vuelvo a Beirut tras un largo mes en Barcelona. Llego de madrugada, como es habitual en los vuelos que proceden de Europa. Más que un aeropuerto, el International Rafik Hariri parece un “after”. A diferencia de los aeropuertos occidentales, en este su mayor actividad se concentra en las horas intempestivas de la madrugada.

Recorro en taxi las calles vacías del sur de la ciudad, los suburbios de mayoría Chií. Hay cierta actividad nocturna debido al Ramadán, algunos cafés abiertos a pie de carretera donde comprar cigarrillos o algún refresco. Algunas personas caminando por la calzada bajo las amarillentas y pálidas luces del alumbrado público, diletantes y sin rumbo concreto. Espectros sin rostro difuminados a la luz de las farolas.

El taxi recorre veloz, y con poco respeto por las normas de circulación, los escasos kilómetros hasta el barrio cristiano de Achrafieh. Estoy en Beirut. A medida que nos adentramos en esta parte de la ciudad los signos de actividad se reducen al mínimo, mostrando una faceta todavía más fantasmagórica y desolada de Beirut que me lleva a recordar los últimos acontecimientos que han tenido lugar durante mi ausencia. Me informan de que nada ha cambiado: los atascos, los bocinazos, el calor húmedo, las largas noches de verano, los bares y cafés llenos hasta la bandera y cómo no, los comunicados de Nashrala cada martes por la tarde. Siguen los ecos de oriente en occidente siempre tan distorsionados por nuestra ignorancia. Y cómo no, siguen las grúas y las operaciones de estética, el hormigón y la silicona. El verdadero material que alimenta los lúbricos sueños del Líbano.

El Líbano, el país enfermo al borde del colapso y a las puertas de Europa, aquejado del mismo mal que el Imperio Otomano padeció en los albores de la Primera Guerra Mundial. Quién sabe, quizá haya mucho de eso, al fin y al cabo este país no deja ser parte de los restos del naufragio de aquel tambaleante gigante con pies de barro. Su gran pecado fue creerse Occidente en Oriente. Como el Líbano.

Llegamos a casa y al bajar del taxi, la sofocante sensación de humedad estancada lo invade todo, provocando un silencio denso y tenebroso. El taxista ayuda a descargar las maletas y dice que no tiene cambio de un billete de 50 dólares. Es su discreta y elegante manera de exigir la propina, conocemos la estrategia y la aceptamos. Demasiado tarde para discutir. El taxista guarda el dinero en su bolsillo diciendo -Welcome to Liban sir-, sube a su coche y lo veo marchar rápidamente dejándonos solos en medio de la nocturna soledad urbana, mientras en la lejanía retumban unos fuegos artificiales en medio de la noche...o eso creemos. Pues eso, bienvenidos al Líbano.

viernes, julio 23, 2010

¿Quién mató a Kennedy?

A través de una pantalla plana, en una sala repleta de periodistas, Hassan Nashralla dio ayer jueves 22 de julio su última conferencia, la segunda en una semana. El líder de Hezhbolla, emitiendo probablemente desde algún lugar en los suburbios del sur de Beirut, salió de su escondite para volver a mostrar su capacidad y dominio de la comunicación, su manejo de los tiempos y su indudable olfato y pericia en crear puestas escena efectistas e impactantes. Su capacidad de oratoria, el tono de su voz, las estudiadas pausas y la utilización del léxico adecuado y preciso hacen de él lo más parecido a un líder político de fuste en el Líbano, al menos desde el asesinato de Rafik Hariri.

Su figura siempre estará vinculada a la guerra de 2006, cuando Hezhbolla hizo frente a uno de los ejércitos más poderosos del mundo. En aquel momento se ganó la estima de una gran parte de los libaneses, por encima de religiones y comunidades, tanto de cristianos como musulmanes. Un país que todavía vivía en aquellos momentos impresionado por la violenta muerte en 2005 de Rafik Hariri, su más carismático presidente desde la guerra civil.

La guerra de liberación, que así se ha denominado en el Líbano el conflicto que hubo al sur del río Litani entre milicias Chiis y el ejercito israelí y que acabó con la retirada en desbanda del ejercito israelí. Para Israel el control del sur del Líbano representaba el acceso al bien más preciado de Oriente Medio, el agua, la cual abunda en el Líbano,al igual que las armas. Desde 2006, técnicamente la guerra sigue, pues ninguna de las partes ha capitulado ni ha reconocido su derrota.

La muerte de Hariri tuvo como consecuencias más inmediatas la retirada de las tropas sirias que había en el país, las mismas tropas que habían entrado en él en 1990 para poner fin a 15 años de absurda y surrealista guerra civil, y que desde entonces habían tutelado la paz y controlado la política del país.Tras el atentado una gran parte de la población libanesa levantó el dedo acusador contra Siria, culpándola del asesinato del presidente, otra parte de la población, como es lógico en este país, se posicionó a favor de Siria, y entre ellos Hezhbolla. La otra consecuencia fue la creación de un Tribunal especial internacional que tenía el objetivo de aclarar quien o quienes fueron los culpables. Al poco tiempo estalló la guerra de liberación y Hezhbolla reaccionó con sus milicias, financiadas y apoyadas desde Irán y Siria. Al finalizar la guerra, la popularidad del Partido de Dios estaba en su momento más alto incluso para quienes habían acusado a Siria de la muerte de Hariri, y contra todo pronóstico su líder emblemático, Hassan Nashralla, no dio el paso final hacía el poder. ¿Olfato político o error de cálculo? Nadie lo sabe, en cualquier caso Hezhbolla ofreció una muestra de su fuerza y protagonismo en la escena política en mayo de 2008 ocupando el barrio de Hamra, un toque de atención a las demás fuerzas políticas: con ellos había que contar si querían un país en paz.

Tras 2 años de aquello, la sombra alargada de Hariri ha vuelto al Líbano y con ella el recuerdo de su violento final. Su hijo, Saad Hariri, es ahora el primer ministro del Líbano y Hezhbolla continua como la única milicia armada legal del país y formando parte del gobierno del Líbano. El Tribunal Internacional que ha investigado el atentado parece estar llegando al final de su investigación y anuncia su dictamen para el próximo otoño, y por filtraciones parece apuntar hacía el Partido de Dios. El carismático líder reaccinó el pasado sábado a través de una de sus medidas y calculadas conferencias via televisión, negando la participación de Hezhbolla en el atentado y acusando al Tribunal de proyecto de Israel para desestabilizar al país.

El Líbano enmudeció y la clase política volvió a ser consciente de su fragilidad: Hezhbolla no es el grupo terrorista que dice Israel pero también es cierto que su milicia, reforzada a lo largo de estos años con el pretexto de la defensa de la frontera sur, es un elemento de inestabilidad más para el país junto con los refugiados palestinos. De nuevo el miedo a un nuevo descenso a los infiernos se ha revelado en toda su crudeza en el país de los cedros. Ayer jueves, Nashrralla, desde su escondite, volvió a ofrecer una nueva conferencia que pretendía ser aclaratoria y tranquilizadora con respecto a la del sábado y lo único que generó fue mayor incertidumbre. Durante la misma las calles de Beirut estaban desiertas, pues cuando habla el líder de Hezhbolla hasta los israelíes escuchan.

Mientras esto sucede la prensa española sigue ocupada en su edificante intercambio de acusaciones entre PP y PSOE y sesudos análisis de estatutos e identidades varias.

viernes, julio 09, 2010

La insoportable levedad del Ser

La casera nos recibió en la puerta con un impostado saludo en francés acompañado de una forzada sonrisa, propia de gente orgullosa que en un tiempo fue alguien pero que por circunstancias de la vida, ahora debe sobrevivir y para ello ha de ser servicial pero sin parecerlo. Nos hizo entrar en su casa y nos condujo directamente a un salón mal iluminado, nada extraño dada la potencia eléctrica existente en el país.

Entonces empezó el examen- ¿Dónde vivían ustedes antes de estar en Ashrafiye?- soltó, mi cabeza rápidamente recordó la calle Hamra y el barrio suní donde habíamos vivido tan felices hasta ahora- Vivíamos en Ashrafiye también, cerca de la rue Damascus, como españoles y católicos es donde nos encontramos más cómodos- respondimos, empezaba el juego del gato y el ratón- Eso es cierto, aquí en este barrio todos somos buenos cristianos y todos nos conocemos- sonó a inquietante aviso para navegantes- Eso nos gusta y nos reconforta pues nos hace sentir como en casa- Mentira, si hubiésemos querido sentirnos como en casa nos habríamos quedado en Barcelona.

Ella vio que el terreno era propicio y creyó que jugaba en campo amigo, entonces decidió mostrarnos sus principios- Si, aquí se vive muy bien, no como en otras partes de Beirut, aquí todo está limpio, no como en otros barrios- faltó añadir musulmanes, pero claro, entre “amigos” sobran los detalles - ¿Conocen el Líbano?- nos preguntó- Un poco, queremos ir a Damasco- Mentimos pues conocemos mejor Damasco que Jounieh, fue entonces cuando decidió ofrecernos su imagen de mujer de mundo viajada, tolerante y cosmopolita- Se lo recomiendo, yo he estado una vez, allí hay mucha historia, más piedras quiero decir, fuimos con un tour organizado, nunca vayan solos, pueden ser raptados por cualquiera- sentenció - Así lo haremos Madame, muchas gracias por su consejo-dijimos mientras recordábamos los taxis colectivos que habíamos compartido con Sirios y Chiítas camino a Damasco. Reparamos que su hija se había unido también al examen de manera silenciosa y vestida para la ocasión: minifalda negra, corta incluso para un burdel del barrio de la Boca, y con un top negro con escote “palabra sin honor” que mostraba sin tapujos la silicona recubierta de carne.

Entonces pensé que para estos cristianos la fe no era una más que una señal de identidad, y el pecado de la lujuria un artificioso y banal relleno de pechos.

martes, junio 29, 2010

El discreto encanto de Ashrafiye

Tiempo de cambios. La presión del precio de los alquileres en el barrio en el cual vivíamos, Hamra, nos ha forzado a buscar apartamento en otro lugar de la ciudad, Ashrafiye, el barrio cristiano que se encuentra en lo alto de una colina tal como su nombre indica: Ashrafiye, la colina de las palomas. Este desorbitado aumento del precio de los alquileres está relacionado con la llegada del verano y por ello con la afluencia masiva de turistas provenientes del Golfo. Como ya dije en anteriormente, estos turistas vienen a Beirut buscando la relajación de costumbres que no tienen en su país, aprovechar la frívola y nocturna vida de la ciudad, sus clubs, sus playas…para ser más exactos: para beber y fornicar, y es que ya lo decía aquel poeta embajador en Beirut “ Hay ciudades que tienen nombre de prostituta oriental”.

Cambio de barrio y cambio de entorno sociológico. Vivir en Ashrafiye es como haber cambiado de ciudad con respecto a Hamra u otros barrios de Beirut, el francés predomina por encima del inglés, las costumbres son distintas, si Hamra es más marítima y en cierto modo más cosmopolita a la vez que oriental, Ashrafiye superficialmente, tiene mucho de Europa: sus pequeños comercios de barrio especializados, sus costumbres occidentales, su manera de vestir, sus restaurantes y sus domingos de tiendas cerradas. Una mala copia de alguna aburrida ciudad belga. Pero como he dicho es algo superficial, pues a poco que indaguemos nos encontraremos con el atávico sustrato árabe, por mucho que lo traten de esconder bajo capas de maquillaje, operaciones de cirugía estética y cogorzas etílicas.

Por todo ello, para los occidentales como nosotros, este barrio reproduce mucho del lugar de donde venimos, por lo tanto la vida aquí es aparentemente más fácil pues responde mejor a las necesidades que traemos de nuestros lugares de origen, así lo debe ver también la Unión Europea, que recomienda a sus trabajadores desplazados en Líbano vivir aquí. En esta decisión también hay un elemento de seguridad nada baladí: los barrios cristianos tradicionalmente no suelen ser bombardeados por los Israelíes, pues no hay que olvidar que antaño, en la guerra civil, fueron aliados. Los palestinos refugiados en los campos de Sabra y Shatila al sur de la ciudad tienen un recuerdo imborrable de aquella alianza. Como viene siendo habitual en esta voluble parte del mundo, esto ha cambiado y no todos los cristianos son proisrael o antisiria.

Escribo sentado en la terraza de mi nuevo apartamento, en una barriada tranquila donde el constante pitar de los coches queda amortiguado por el sonido de las campanas, desde donde puedo ver la tienda de carrinclona moda de la esquina con un sugerente rótulo francés que trata de evocar el rancio aroma del buen gusto parisino, vecino a ella se encuentra el boulanger que vende prototipos de baguettes, más gomosas y menos crujientes que las originales y enfrente está la charcuterie dónde podemos encontrar los productos de primera de necesidad para el hogar, eso sí con un adolescente sirio que te los lleva a domicilio. Bye Hamra, Bonjour Achrafiye.

lunes, junio 14, 2010

El testigo impasible

Nada más aterrizar en el aeropuerto internacional de la capital del Líbano me invadió una excitación propia de quién llega a un lugar mítico de su infancia: El Beirut de las crónicas periodísticas, de las corresponsalías, la escuela de los reporteros de guerra. Para la gente de mi generación, Beirut representa algo así como la quintaesencia de todo ello. Por fin pisaba la fascinante Beirut dónde todo lo bueno y lo malo era posible ¿Qué queda de ella? Mucho y nada.

El centro de la ciudad, devastado por quince años de guerra civil ha sido casi reconstruido en toda su totalidad gracias a un discutible proyecto inmobiliario del presidente Hariri, asesinado en 2005 todavía no se sabe por quién. Un centro urbano de nuevo cuño que mezcla la rehabilitación de algunos edificios del mandato francés, lo que se conoció como el París de Oriente, con los desmanes propios de la fastuosa arquitectura Dubaití. No en vano Hariri fue la mano derecha del Rey Fahd de Arabia Saudí, su hombre de negocios, lo cual ha facilitado enormemente la entrada de capital del Golfo, así como también de turismo de esos países que buscan en el Líbano la juerga y diversión que antes tenían en Marbella.

Entre este nuevo skyline destaca una silueta familiar que no ha desaparecido pese al frenesí constructor que vive la ciudad, que todavía pervive testigo de aquel Beirut de sangre, sudor y crónicas periodísticas: El Hotel Holiday Inn. El macabro Edificio se mantiene rodeado de nuevos colosos de hormigón, cristal y acero. Solo y abandonado, desde la distancia parece uno más de los rascacielos que componen el nuevo perfil de Beirut, pero al acercarnos descubrimos su maltrecha estructura perforada por infinidad de agujeros de metralla y mortero. Sus ventanas fantasmagóricas y vacías producen una sensación de desasosiego mortuorio, pues casi parecen los nichos de una descomunal tumba. Es una visión extraña, como si de un monumento a la barbarie se tratase.

La historia de este símbolo de la guerra civil es sorprendentemente fatídica, en 1974 la cadena hotelera norteamericana decidió abrir su primer hotel en Beirut, iba a ser la joya de la corona: una nueva estructura reforzada contra los movimientos sísmicos, un cine en el subterráneo y la inauguración del primer Sky bar de Beirut en la última planta del edificio. Todo era poco para el destino de moda del Mediterráneo. La verdad es que al poco tiempo de su inauguración empezó la guerra civil y la famosa línea verde que dividió la ciudad en 2 partes pasó justo al lado de su puerta, este hecho y la privilegiada altura del edificio dictaminaron su protagonismo en la contienda así como su condena.

De repente el hotel se convirtió en albergue de nuevos inquilinos. La imponente atalaya fue rápidamente objetivo de los francotiradores, desde la cual podían controlar bien los barrios cristianos de Ashrafieh, bien el barrio de Hamra controlado por los palestinos y sus aliados. El edificio pasó a ser sinónimo de muerte, desde sus ventanas los milicianos apostados esparcieron el horror de la guerra urbana moderna a muchos metros de distancia. Imagino que su sola visión en la lejanía debía provocar el pánico y la angustia, su silueta debió de representar a la muerte para los beiruties. Al acabar la guerra en 1990, encontraron cerca de 500 muertos repartidos por todas las plantas del edificio y 800 en el cine subterráneo.

Beirut, siete veces, destruida siete veces reconstruida. Esta expresión es muy común escucharla en boca de los Beiruties. Desde el taxi que me llevaba al centro pude comprobar que Beirut efectivamente estaba viviendo una nueva reconstrucción, aunque no sabría decir en cual de sus siete se encontraba y si la que estaba viendo en ese momento iba a ser la definitiva, pero mientras tanto ahí permanecía impasible y ajeno el Holiday Inn, a prueba de terremotos…y de guerras.